Desconcertado por un hábito foráneo
en un lugar donde yo soy el extranjero,
contemplo ensimismado el convencimiento y aplomo
con que muchos encaran las labores ligadas a su elección.
Me escandalizo al principio para, después, asombrarme
y…, cuando al fin me repongo y me centro en los sentidos,
alcanzo a ver brevemente un atisbo de esa otra naturaleza
que se asoma por detrás de la voluptuosidad de unas formas.
Bajo el prima acostumbrado… seres serviles y obscenos,
mutan de forma espontánea cuando obran sin tapujos,
mientras elevan a nuevas cotas de implicación y armonía
el carácter inaudito que reflejan en sus modos.
Cuerpos y mentes entregados a un proyecto,
entidades con conciencia que se retan a sí mismas
definiendo ese propósito que late y fluye en sus pieles
como gotas de rocío que se suman a un torrente.
Extraen belleza en lo abyecto de mil maneras distintas
pues no fían al aspecto el valor de una persona
y, en cambio, fijan sus miras en el carácter que imprimen
al compromiso que adquieren cuando empeñan su palabra.
Nunca me hubiera atrevido a insinuar este arte,
mas… me sorprendo a mi mismo aprobándolo en secreto
aceptando como justo el reglamento que apunta
a desterrar la impostura de morales “torcideras”.
Ya no veo la indecencia en aquello que practican
ni censuro sus costumbres por trasgredir nuestras normas.
Simplemente soy testigo y, sin más, quiero exponerlo;
ya cada cual que decida lo que hace con la historia.
No hay virtud en una carne despojada del deseo
ni se ofrece aprendizaje sin contar con experiencias.
La voluntad de uno mismo es el grado que se mide
y… el motivo que nos mueve… nos legitima o afea.