Mientras tú te desenvuelves,
eficaz y concienzuda,
en quehaceres cotidianos,
yo espío tus movimientos
desde oportunos rincones
que camuflan mi presencia.
Te miro cuando trabajas
y cuando te echas la siesta.
Te miro cuando cocinas
o cuando vas a la tienda.
Te miro cuando suspiras
o te sientes agobiada.
Te miro mientras bostezas
al peinarte en la mañana.
Te miro aunque no te mire
y pienses que estoy ausente
y…, hasta con ciertos reparos,
cuando actúas en caliente.
Si bien, al mirar,
veo más cosas
de las que el ojo percibe
y me adentro por terrenos
donde se hilvana, más fina,
tu verdadera sustancia.
Pero…, claro. Tanto tiempo
espiando tus asuntos,
se me acaba sorprendiendo
en actitud indiscreta,
y, cuando al fin te percatas,
sonríes abiertamente
mientras regalas un guiño
a través de la mirilla.