Apenas hemos iniciado el mes de marzo, pero parece como si en Qarpadia se intuyera ya la proximidad de la primavera y estuvieran apareciendo por doquier infinidad de señales encaminadas a anunciar el inminente cambio de estación. Aún es pronto para echar las campanas al vuelo (de hecho, las previsiones indican que el invierno nos tiene guardada alguna que otra sorpresa y no tiene pensado ceder el testigo así como así), pero, en estos últimos días, hemos sido testigos de infinidad de muestras que vienen a anunciar el comienzo de un cambio en el rumbo climatológico.
Aunque las noches continúan siendo bastante frescas, el sol; a ratos; ya deja notar su poderío e incita a que muchas especies vegetales salgan del letargo en que habían permanecido. Las nieves que, hasta hace bien poco hacían bien patente su presencia, casi han desaparecido en aquellas cumbres de menor altitud. La fauna, en general, también se muestra más activa y un tanto inquieta. Todo, en definitiva, va adoptando otro ritmo.
Pero yo, como hombre, debo reconocer que tampoco soy ajeno a los influjos naturales ni a la fuerza de unos instintos que (por mucho que neguemos o tratemos de disimular) están ahí como recordatorio permanente de nuestra condición animal. Así que…, si hemos de hablar de “floraciones”, me quedo con esa prestancia, no exenta de cierta coquetería, que principia a asomar en los ojos de mirada ilusionada (e ilusionante) de muchas de las damas con las que me cruzo.