Es tu belleza;
templada y serena,
a veces taciturna,
cálida y perenne;
la que viene a incitar
mis más infames proyectos
y mi bizarro ascendiente.
¿Cómo tu cándida prestancia,
ajena a los usos libertinos,
resulta tan atrayente
a estos ojos pecadores
que, con abyecto deleite,
planifican aflicciones
de orden libidinoso?
Un destello en tu mirada
es la clave de este enigma
pues..., llamas sin decir nada,
me invitas a ser obsceno,
tomarte sin restricciones
hasta que el cuerpo se rinda...,
salvando un solo detalle,
un simple requerimiento,
que tome de ti cuanto quiera
mientras sea un caballero.